
Todos estos ejemplos tienen algo en común: en ningún caso se informó a los clientes de qué estaba pasando ni de cuándo se solucionaría el problema. Nada de explicaciones. En algunos casos, muchas disculpas, según explica Ramón Colom su artículo titulado “No me pidan más disculpas”. En otros, ni eso: “optaron por bajar la persiana y entregar las hojas de reclamación por una pequeña ventanilla. Nunca nos dijeron qué iba a pasar con nosotros”, relata Claudio. Y los que menos culpa tienen son los trabajadores que están de cara al público, aunque sean ellos los que han de soportar las quejas. La falta de información viene de arriba.
Lástima que no siempre haya opción a elegir otras compañías para realizar un determinado trayecto. ¿No les importa a estas empresas el desgaste de imagen que esta política de comunicación supone? ¿Se trata de una estrategia intencionada o de una falta de estrategia?
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