La escucha activa no es fácil, pero es imposible comunicarse si no se escucha al interlocutor. Por algo hemos sido agraciados con dos oídos y tenemos una sola boca, decía el filósofo Zenón de Elea. Me recuerda la cita un reportaje de Estilos de vida, la revista de los sábados de La Vanguardia, titulado “El arte de escuchar”.
El artículo habla de Eliza, una terapeuta muy especial, pues en realidad se trata de un programa de inteligencia artificial que fue desarrollado por el Instituto de Tecnología de Massachusetts (MIT). Podéis ver una muestra aquí o visitar la página web de Eliza (aunque yo la he probado y no me acaba de convencer esta muestra gratuita…). La creación de este software sólo tenía objetivos relacionados con la inteligencia artificial, pero cuál fue la sorpresa de sus creadores cuando vieron que funcionaba estupendamente como interlocutor. Las personas que lo probaban se sentían escuchadas. En realidad, lo que hacía Eliza era hacer preguntas y utilizar algunas palabras de las respuestas de su interlocutor al formular las siguientes preguntas. Simplificando mucho, sería algo de este estilo, aunque por supuesto, con un mayor abanico de posibilidades:
Persona: Creo que me siento algo nerviosa.
Eliza: ¿Por qué se siente algo nerviosa?
Pero no hace falta ser un ordenador para poder practicar la escucha activa. Hay cualidades que nos predisponen positivamente al arte de escuchar: la empatía, las ganas de escuchar, el no tener demasiados problemas en la cabeza o ser capaces de dejarlos a un lado… Pero también hay factores externos que influyen. Por ejemplo, si el lugar donde se está manteniendo la conversación es muy ruidoso, esto dificultará la escucha.
Más allá de su aplicación en nuestra vida diaria, pensaba en lo importante que es trasladar esta idea a la comunicación corporativa. A menudo decimos que si no se escucha, es imposible llegar a mantener una conversación, esa gran protagonista de la comunicación 2.0. Hablamos también a menudo de la importancia de “escuchar” la blogosfera, porque de lo contrario, estaremos manteniendo un monólogo y no invitando al diálogo. Sí, dicho así, es una obviedad. Lástima que en realidad, algo tan obvio, sea tan poco practicado por las empresas. Y es que, como se dice en este reportaje, quien escucha debe estar preparado para oír incluso lo que no desea oír. Y eso ya son palabras mayores en el mundo empresarial, donde suele preferirse que a uno le regalen los oídos a oír ciertas verdades.
Una buena reflexión para empezar el año, ¿qué os parece? (pregunta abierta para invitar a la conversación).
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